La amonita pertenece al subgrupo extinto de moluscos cefalópodos. Es una especie de fósil con una concha en forma de espiral. Esta concha está enrollada como la del caracol y está formada por diferentes células separadas por tabiques. Sólo el último estaba ocupado por el animal.
Esta forma de espiral le dio su nombre. De hecho, se parece a un cuerno de carnero, como los cuernos de Amón, que simboliza al dios egipcio, a menudo representado con la apariencia de un carnero. Fue el naturalista Plinio el Viejo (23 d. C. / 78 d. C.) quien nombró a las amonitas en su enciclopedia de Historia Natural.
Para que conste, un cefalópodo es un molusco cuya cabeza y boca tienen tentáculos. Cabe destacar que los cefalópodos actuales no tienen caparazón. Los fósiles de cefalópodos como los amonitas alguna vez fueron mucho más numerosos.
La aniquilación de los amonites se produjo al mismo tiempo que la extinción de los dinosaurios. La amonita existió en el período Jurásico, hace entre 200 y 66 millones de años. Se encontró en todos los océanos del mundo.
La amonita está compuesta de carbonato de calcio. Tiene una dureza de 4 a 6 en la escala de Mohs. En comparación, el diamante tiene la dureza más alta, 10 en esta misma escala. Tiene diferentes colores que van del marrón al amarillo y al marrón.
Los descendientes más cercanos de la amonita son los calamares, pulpos, sepias y nautilos. Las especies de amonitas son excelentes marcadores cronológicos debido a su evolución. Gracias a su amplia distribución y rápida evolución, los fósiles de amonitas facilitan la indexación y datación de las rocas.
Cabe destacar que las amonitas pueden medir desde unos pocos milímetros hasta más de 2 m de diámetro.
La amonita suele estar vinculada, por su forma, al círculo de la vida, de la evolución. Se sabe que este fósil restablece la conexión espiritual con la naturaleza y los animales.
Además, se dice que el primer disco utilizado por los griegos en los Juegos Olímpicos fue en realidad un amonito fosilizado. Entonces según la creencia griega, bastaba con colocar una amonita debajo de la almohada para proporcionar un sueño reparador o tener visiones divinas.
En la India, la amonita evocaba al dios Vishnu, dios de la estabilidad del mundo, dios del tiempo y se utilizaba como ofrenda durante las ceremonias. Las amonitas se recolectan principalmente en el río Gandaki, Nepal. Se llaman Shaligram Shila.
En la Edad Media en Europa, se pensaba que la amonita era una serpiente petrificada y enroscada. Por eso, en Inglaterra, la amonita se llama “snakestone” o serpiente de piedra. Se consideró prueba de un milagro. Cuenta la leyenda que Santa Hilda (614-680) erradicó las serpientes que invadieron su monasterio cortándoles la cabeza. Estos se habrían enrollado en espiral y se habrían transformado en piedra.
Psicológicamente, la amonita estimula el instinto de supervivencia, aporta estabilidad dinámica, genera una fuerte relación con la naturaleza. Todas estas acciones brindan paz y seguridad al portador de amonita. Le permiten tomar las decisiones correctas y superar las dificultades encontradas en la vida.
La amonita alivia el dolor que se siente durante la pérdida de seres queridos, durante rupturas dolorosas o durante despidos injustificados. Da la fuerza para seguir avanzando y, a veces, para empezar de nuevo. También ayuda a superar los desafíos.
Este increíble fósil nos ayuda a olvidar el doloroso pasado, disfrutar el presente y mirar el futuro con tranquilidad. Mantiene alejadas las relaciones que liberan energías negativas. La amonita también puede convertir todas las energías recibidas en positividad y amor. Exuda un fuerte poder protector.
Amonita promueve la introspección y la reconexión con uno mismo. Es excelente para la meditación. Por tanto, puede explicar la naturaleza de determinados bloqueos provocados por traumas infantiles. Su portador queda entonces liberado de los fantasmas que lo persiguen.
Este fósil restablece el equilibrio, lo que ayuda a alcanzar un estado de serenidad. Desarrolla la confianza en los demás: su portador muestra compasión y empatía. También se sabe que este fósil aumenta la prosperidad y la suerte.
En litoterapia, la amonita crea un estado de serenidad y por tanto lucha eficazmente contra el estrés. Combate sus numerosas consecuencias en el organismo.
Este fósil restaura la vitalidad y la energía. Colocado debajo de la almohada, mantiene alejados los pensamientos agitados y proporciona un sueño de calidad, sin despertarse por la noche ni tener pesadillas. El usuario se despierta sintiéndose descansado. A la larga, podrá plantearse retomar la actividad física, además de su trabajo.