Pulsera Australia A+ Crisoprasa (bolas de 5-6 mm)

La crisoprasa debe su nombre a los nombres griegos “chrysos” que significa “oro” por su brillo y “praso” que significa “puerro” por su hermoso color verde. Este color está determinado por la presencia de níquel. Así, la crisoprasa ofrece una gama de colores verdes, que van desde el verde manzana hasta el verde intenso.

Cuanto más intenso sea el verde, mayor será la presencia de níquel. Esta piedra no tolera el calor y su color puede alterarse tras la exposición a una fuente de calor fuerte. Al reparar joyas, es importante no calentar la piedra.

La crisoprasa a veces recibe el sobrenombre de “piedra de Venus”. Pertenece a la familia de las calcedonias. Se trata por tanto de un tipo de mineral en forma fibrosa de cuarzo microcristalino, que contiene silicatos hidratados y microinclusiones de níquel.

Cabe señalar que la crisoprasa más grande fue encontrada en Australia y pesa 16.400 kg. Hoy en día, esta piedra todavía se utiliza en joyería. De hecho, debido a su dureza de 6,5 a 7 en la escala de Mohs, se puede cortar y darle diferentes formas.

El origen de la crisoprasa se remonta a miles de años. Fue utilizado por civilizaciones antiguas como los griegos, romanos, egipcios. Fabricaban sellos, joyas y objetos decorativos.

En el Apocalipsis, cuando se describe con detalle la ciudad de la Nueva Jerusalén, se dice que los cimientos del muro contienen piedras preciosas o finas, especialmente crisoprasas.

Alberto Magno (1200 - 1280), fraile dominico, filósofo, teólogo, naturalista y químico, relata que Alejandro Magno (356 - 323 a.C.), rey de Macedonia, llevaba siempre consigo una crisoprasa cuando iba a la guerra. También atribuyó sus éxitos al uso de esta crisoprasa, creyendo que le daba clarividencia y le ayudaba a tomar las decisiones estratégicas correctas. Pero un día perdió esta piedra en un río y no pudo volver a encontrarla. Después de este incidente, Alejandro Magno nunca volvió a ganar ninguna batalla.

En la Edad Media se creía que esta piedra permitía volverse invisible si uno la introducía en la boca. También se dice que indicaba la presencia de venenos. De hecho, si perdía su color, significaba la proximidad de un veneno.

Además, Federico II de Prusia (1712 - 1786) apreciaba tanto la belleza de la crisoprasa que la utilizó en grandes cantidades para decorar su palacio. Más tarde, en la época victoriana, en el siglo XIX, se fabricaron muchas piezas de joyería con crisoprasa en forma de camafeos, perlas y cabujones.

Los principales yacimientos se encuentran en Australia, Alemania, Estados Unidos y Madagascar.

La crisoprasa es una piedra que acompaña a las personas durante los nuevos comienzos en la vida. Permite empezar desde cero, porque es una piedra liberadora. Elimina los obstáculos que impiden que la mente avance y florezca. Da coraje a las personas faltas de confianza en sí mismas y llenas de dudas. Liberada de pensamientos negativos, esta piedra ayuda a progresar con claridad, inspiración y creatividad. Liberada del trauma infantil, la crisoprasa estimula la aceptación de uno mismo y de los demás.

Se sabe que esta piedra ayuda a combatir estados de intensa tristeza. De hecho, aporta optimismo, alegría y felicidad a la vida cotidiana. Tiene la propiedad de proporcionar relajación y descanso. Es una piedra antiestrés, que facilita la concentración, la memorización y la intuición. Canaliza sentimientos positivos como el amor y la ternura.

La crisoprasa mejora la comunicación porque estimula y libera el habla, permaneciendo atento a quienes nos rodean. Promueve el perdón y la bondad.

Esta piedra reconecta a quien la usa con la naturaleza y su belleza. Incluso puede ayudar a mejorar los vínculos con sus mascotas. También se dice que trae suerte en los negocios y paz en las parejas.